El desarrollo del estado Inka constituye uno de los procesos sociohistóricos más importantes y fascinantes de la América Precolombina. Su gran extensión, el tiempo involucrado en la expansión y los niveles de integración alcanzados siguen produciendo admiración en el mundo. Entre los rasgos sobresalientes se encuentra el Camino Principal Andino que unía con gran agilidad, el centro con las diversas provincias incaicas estimulando y propiciando la conexión y la comunicación entre pueblos y lugares remotos, sea que miremos desde el núcleo de desarrollo de este fenómeno sociopolítico, sea que lo abordemos desde los pueblos que antes nunca habían estado integrados a un gran estado. Esta segunda perspectiva es la que nos proponemos desarrollar en la presentación.
La diversidad de paisajes y la multiplicidad de pueblos que entraron en relación es notable y podemos decir que fue una condición general a toda la gran área que quedó bajo el influjo Inka.
Sin embargo, dentro de esta multiplicidad, podemos percibir singularidades cuando comparamos las fronteras septentrionales del Chinchaysuyu con las del extremo meridional.
En el confín sudoriental del Collasuyu se encontraba el Tucumán prehispánico. Se trata de una amplia región, al sur de los Lipe que incluía la puna o extremo sur del altiplano boliviano, las zonas de valles mesotérminos y las yungas del gradiente andino oriental, además de extensiones no bien establecidas del entorno. Ocupaba lo que hoy es la provincia de Tucumán actual. Es posible también que haya abarcado en parte las llanuras del oriente, la llamada “tierra de juríes” cuyos caracteres son los de una región intermedia entre las tierras altas y las bajas.
Se trata de dos niveles de desarrollos diferentes. Mientras que en el norte existían sociedades con organizaciones sociales muy complejas como los Quito y Cañari. En el sur, coexistían sociedades en diversos grados de complejidad desde cazadores recolectores y pastores hasta estructuras de señoríos en dinámicos procesos de expansión como en Humahuaca, Calchaquí, Yocavil y Hualfín. Consideramos que las formaciones sociales de estos territorios son un buen ejemplo del desarrollo desigual y combinado que caracterizó a las épocas tardías de la civilización andina.
Las fronteras desde el punto de vista del dominador conforman un frente pionero, de avanzada hacia nuevos mundos. La movilidad de las fronteras es una característica constante, sean producto de acciones bélicas o por incorporación pacífica. Pero en un marco más amplio, es un área de encuentro entre grupos que interactúan entre sí. Es una zona de transición política y cultural. Por otro lado varios autores han señalado la conveniencia de diferenciar entre las fronteras con dominio efectivo y los confines exteriores, donde se dieron densas relaciones de interacción, tanto positivas como negativas entre los grupos. En este sentido, existió un grado de acuerdo en la reunión del 45º ICA, Bogotá, 1985, acerca que en los territorios del Surandino existieron y operaron dos clases de periferia o zonas: una frontera formalizada y otra no formalizada, concepto sostenido tanto por Dillehay, Hyslop y Schaedel, entre otros.
A diferencia de los Andes de Perú, de Bolivia y aún de Chile, las fuentes escritas no son abundantes ni muy específicas. Sin embargo, pueden rastrearse determinados signos como para tratar de comprender la singularidad de esta región en su integración, aspectos que retomaremos después.
Las fuentes arqueológicas en cambio, son contundentes en cuanto a las señales materiales del estado Inka y nos permiten penetrar un poco en este pasado a través de los vestigios arquitectónicos y los múltiples bienes muebles que se conservan. La circulación de producciones materiales y de recursos como de bienes simbólicos e intangibles, llegó mucho más allá de las fronteras internas o estrictas del Estado. Veremos aquí algunos ejemplos.
Aunque varíe el grado y nivel de información según las zonas del SE, de la revista a la situación se desprende que los símbolos del Inka y la marcación estatal están presentes también en estas tierras del Sur.
En el espacio: se destaca la amplitud del eje Este-Oeste y las gran cantidad de redes transversales que conectan los tres grandes ambientes del SE: yungas, valles y puna. Existe consenso acerca de las provincias u organizaciones territoriales que funcionaron bajo el estado fueron : Humahuaca, Chicoana, Quiri-quiri y una meridional (González 1982).
En la infraestructura: los recintos agrícolas y los campos de pastoreo se amplificaron en su extensión y producción. El riego y el control de suelos perfectamente manejado según humedad y temperatura. Un ejemplo notable es COCTACA con 3900 Ha de parcelas a la vera de unos de los caminos que comunicaba el circuito de sitios de la Quebrada de Humahuaca. A la cual se seguía Altarcito con 1200 ha que sostenía al gran centro poblado de Tilcara.
En el paisaje social: además de los tramos de caminos construidos, la construcción del hábitat se desplegó en la arquitectura en piedra, con numerosos asentamientos reformados o de nuevo urbanismo.
Centros poblados que ejercían el control político regional como:
Centros administrativos de nuevo urbanismo, levantados por el Inka:
POTRERO DE PAYOGASTA
SHINCAL DE QUINMIVIL
Hacia el oriente, la cadena de fortalezas distribuida desde Bolivia a Argentina no deja lugar a dudas respecto de los límites del imperio. Poseen claros rasgos defensivos y anuncian situaciones limítrofes inestables. Más allá de las presiones reiteradas de los Chiriguanos y Lules, desde el Campo del Pucará parecen haberse dado condiciones más pacíficas en las regiones Valliserrana sur y Centro Oeste.
Como es el caso de unos de los sitios más sobresalientes del NOA:
FUERTE DE ANDALGALÁ o PUCARÁ DE ACONQUIJA
Pero no todas estas construcciones defensivas eran de cuidada factura, un caso bastante extremo es el de:
ANGASTACO
En los centros manufactureros del Tucumán: Una de las razones de mayor peso para la expansión parecen haber sido las fuentes de materias primas minerales, en particular, el cobre, y la mano de obra preparada que existía desde larga data en estas regiones. Hay varios centros, uno particularmente importante parece haber estado en el territorio YOCAVIL, que se integraba dentro de la provincia inca de Quire Quire:
MAPA VALLE
PUNTA DE BALASTO
MORRO BLANCO
AMPAJANGO 2
DISCOS Y CAMPANAS SANTAMARIANAS
MOLDE DE HACHA INKA
En las festividades y actividades: circularon diversas clases de bienes como vajilla de servir y vasos para beber chicha, sea en cerámica, en madera o en metal. El estilo estatal circulaba pero siempre en muy bajo porcentaje y en algunos sitios especiales, como el mismo J. Hyslop lo constató en los tramos del V. Calchaquí y Q. del Toro. Lo común eran las combinaciones con diversos estilos provinciales, uno de los más destacados es el conocido como INCA PAYA que en su distribución alcanzó el altiplano boliviano y los valles del extremo norte de Chile, como Arica.
En el mundo simbólico: Debe señalarse que la marcación alcanzó niveles de alta significación social como son los frisos de arte rupestre pintados que se escalonan en diversos tramos del Capac Ñan en el SUDESTE andino como las pinturas de Guachipas, Salta y los frisos de La Rinconada, cuenca de Pozuelos, Jujuy registrados por Boman a principios del XX.
Pero sin duda, lo más impactante y lo más singular de los Andes del Sur fueron las huacas en los cerros nevados donde se realizaban sacrificios humanos y ofrendas con figurillas vestidas, como el Cerro Gallán, Catamarca, entre muchos casos registrados en ambas vertientes andinas:
Todo esto en cuanto a lo que sucedía dentro de los límites de “firme dominación” Inka. Pero más allá del territorio efectivamente ocupado y protegido por la líneas de fortalezas, se deben considerar diversos casos de lugares y de pueblos emplazados en el gradiente andino del este que fueron incorporados de alguna forma o se relacionaron con el Inka a través de las fluidas interacciones entabladas más allá de la frontera formalizada (Hyslop 1986), como es el caso de las serranías orientales.
Es particularmente notorio el interfluvio de los ríos Salado y Dulce en Santiago del Estero donde se fundara la primera ciudad española en 1553 y los pueblos agropastoriles que tenían su hábitat en las Sierras Centrales de Córdoba. De localidades próximas al R. Salado procede una excepcional colección de piezas de bronce de claro estilo Inka descubiertas por Pedersen.
Las evidencias arqueológicas encuentran aquí apoyo en una serie de datos históricos como la entrada de Diego de Almagro teniendo como guía al Inka Paullu y que lo hicieron por el camino troncal. Luego se produjo el mismo recorrido hasta virar hacia el este en las Cumbres Calchaquíes con la siguiente entrada de Diego de Rojas en 1543 y en 1566, el viaje del Oidor Matienzo por la misma ruta que lo llevó a Santiago del Estero. Todo hace pensar que hubo orientación de los Inkas. Cabe preguntarse cómo es posible que un grupo de españoles desconocedores totalmente del intrincado territorio andino meridional hayan encontrado la vía fluvial de salida al Paraná en pocos días. Y allí, a orillas del Carcarañá y muy lejos del Ande, había un señor Coronda que detentaba adornos de metal como símbolos de poder y que poseía ganado de la tierra a la vera del gran Paraná.
En el seno mismo de las provincias incas del confín meridional ocurrieron otros sucesos a comienzos de la Conquista que rememoran el esplendor y ejercicio institucional del Inka:
En 1587, en una información solicitada por el Gdor. Ramírez de Velazco uno de los testigos habla de la gente de Talan y Çuraca que “indios del ynga del Perú que huyeron” (César o Trapalanda) y que el señor de Çuraca cuando sale de su casa sale mucha gente con él y que trae una “corona de oro en la cabeza con una borla delante de ella”… “y que tienen jarros de plata y oro con que beben de hechura de cubiletes y otras piezas de plata” en que lo labran entre ellos. Otra información referido a los mismos grupos se encuentra en las Relaciones Geográficas de Indias.
Por su parte, el P. Lozano nos informa que un día se presentaron indios de Andalgalá a confesarse ante los padres Darío y Boroa y enumeraban sus pecados con la ayuda de “quipus”. (Serrano 1947, quipucamayoc del control de minas de Andalgalá).
CONCLUSION.
El rey Inka con todo su esplendor y poderío era conocido mucho más allá de lo esperado y sus bienes se producían o circulaban hasta el centro del país. Por otra parte, en la llanura oriental se dio una conservación muy sorprendente del quechua en Santiago del Estero. Tal vez los pueblos sedentarios e industriosos de estos territorios fluviales y serranos y los otros que se encontraban a orillas de los grandes ríos del Paraná y de La Plata, las extensas praderas de clima templado y el acceso al mar del Sur fueron atractivos para los exploradores incas que desde sus núcleos en las tierras altas se estaban aventurando hacia nuevos mundos, exploración que quedó tronchada por la Conquista.
La diversidad de culturas y paisajes que entraron en juego en esta dinámica interrelación fue facilitada por la imposición de una lengua común, cuyos rastros todavía perduran en regiones muy alejadas del centro y el trazado espectacular de la red vial incaica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario