Cuando los españoles llegaron al Perú en 1532, ingresaron a un país de abismales contrastes geográficos al que cruzaba una compleja red de comunicaciones. La red permitía trasladarse de un lado a otro por caminos bien trazados y servidos; los pueblos de la sierra recibían con prontitud los productos del mar y llegaban a los valles costeros finas maderas y plumas de la Amazonía. El camino hacía posible que los Incas administraran desde el Cusco territorio ubicado a miles de kilómetros. Por él enviaban chasquis o mensajeros a los confines de su Imperio; recibían los beneficios del tributo o el trabajo itinerante y desplazaban a sus ejércitos. Los propios conquistadores españoles marcharon de Cajamarca al Cusco en pocos días, premiados por la hospitalidad, alimentación y abrigo que ofrecía el camino.
Tres siglos después, a inicios del período republicano, la Revolución Industrial modificó la comunicación, dando inició a un lento abandono de los caminos peatonales. Al articularse las nuevas tecnologías de transporte con una opción exportadora, las estrategias de comunicación se trasladaron hacia los puertos de la costa. Esta opción desplazó a la milenaria red que unió y potenció el Imperio de los Incas o Tawantinsuyu en el siglo XV.
La red tenía como eje la cordillera de los Andes. La solución peatonal respondía al medio y la tecnología de la época; el camino debía facilitar el tránsito de personas, séquitos y caravanas, muchas veces acompañados por recuas de llamas. La cordillera era recorrida longitudinalmente, salvando las pendientes con escalinatas, las quebradas con puentes, y habilitando pasos o túneles donde fuera necesario. El Qhapaq Ñan era el camino principal, del que se desprendía una serie de caminos laterales que vinculaban el eje longitudinal con los pueblos asentados en las cimas, laderas y quebradas de la cordillera. Desde todos los puntos era posible llegar a una red que era radial o lineal según los territorios.
El sistema tenía trazos bien delimitados y señalizados. A la vera de los caminos había estaciones o tambos, donde los caminantes podían alimentarse y reponer energías, además de almacenes o qollqas, con excedentes para demandas no previstas. Los tramos enlosados, muchos de ellos protegidos por murallas, así como la anchura fijada con bordes claramente visibles, convierte la vía en un increíble espectáculo de armonía y seguridad. De los más de 7000 Km. de largo que tiene la cordillera de los Andes, unos 5000 fueron cubiertos por el Qhapaq Ñan. En ellos se registra la más notable variedad de paisajes del planeta, desde la gelidez de los nevados, hasta las quebradas con bosques húmedos o secos, pasando por sabanas, valles templados y arenales de todos los colores, que el trajinante puede ver en una sola jornada.
Desde luego, la red no fue creada de la noche a la mañana. Entre 1000 y 500 años antes del Tawantinsuuo, –durante la época Wari- se había instalado una red que nacía en Ayacucho y se dirigía por el sur hasta cerca del lago Titicaca y, por el norte, hasta las proximidades de Chachapoyas y Piura. El Tawantinsuyu rebasó estos límites: por el norte llevó el Qhapaq Ñan hasta los Pastos, en la región sureña de Colombia; y por el sur hasta cerca de la actual ciudad de Concepción, en Chile, y a la tierra de los Huarpes en la Argentina.
El Qhapaq Ñan conectaba a millones de habitantes de diversas culturas. El camino partía del Cusco en cuatro direcciones: al norte –Chinchaysuyu– ocupado por quechuas y yungas; al sur –Qollasuyu–ocupado por quechuas y arus; al oeste –Contisuyu– ocupado por pukinas y aymaras y, al este –Antisuyu– ocupado por los chunchos. Tierras fértiles del norte, áridas del sur, desérticas del oeste, selváticas del este. La red suma, en total, unos 40 000 Km., de los cuales más de 23.000 han sido registrados por los arqueólogos. En términos de patrimonio es el mayor monumento que se conoce en el Continente. Para las miles de comunidades que viven a su vera, el Qhapaq Ñan es una ruta colapsada pero saturada de promesas de retorno.
*Arqueólogo, Director Nacional del Instituto Nacional de Cultura
3.- Citas sobre el Qhapaq Ñan
“... Una de las cosas de que yo más me admire contemplando y notando las cosas deste reyno fue pensar cómo y de qué manera se pudieron hazer caminos tan grandes y sobervios como por él vemos y qué fuerças de hombres bastaron a lo poder hazer y con qué herramientas y estrumento pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas para hazerlos tan anchos y buenos como están; porque me parece que si el Emperador quisiese mandar hacer otro camino real como el que va del Quito al Cuzco sale del Cuzco para yr a Chile, ciertamente creo con todo su poder para ello no fuese poderoso ni fuerças de hombres lo pudieran hazer, si no fuese con la horden tan grande que para ello los Yngas mandaron que oviese, porque si fuera camino de çinquenta leguas o de çiento o de dozientas es de creer que aunque la tierra fuera más áspera no se tuviera en mucho con buena diligençia hazerlo; mas éstos eran tan largos que avía alguno que tenía más de mill y çien leguas, todo echado por sierras tan agras y espantosas que por algunas pates mirando abaxo se quita la vista y algunas destas sierras derechas y llenas de pedreras, tanto que era menester cabar por las laderas en peña viva para hazer el camino ancho y llano: todo lo cual hazían con fuego y con sus picos. Por otros lugares avía suvidas tan altas y ásperas que hazían desde lo baxo escalones / para poder subir por ellos a lo más alto, haziendo entre medias dellos algunos descanços anchos para el reposo de la jente. En otros lugares avía montones de nieve que era más de temer y esto no en un lugar sino en muchas partes, y no así como quera, sino que no va ponderado ni encareçido como ello es ni como lo vemos; y por estas nieves y por donde avía montañas de árboles y çespedes lo hazían llano y enpedrado, si menester fuese….”
Pedro de Cieza de León
Crónica del Perú, Segunda Parte. 1553.
“Una combinación de factores ambientales, económicos y simbólicos convirtió la construcción de caminos en los Andes, incluso mucho antes del surgimiento de los Incas, en una actividad importante. La necesidad de conectar zonas densamente pobladas, separadas por regiones desoladas, fue apenas uno de los factores que motivó su construcción. Otro lo constituyó la necesidad de unir zonas ecológicamente distintas, a través de relaciones económicas complementarias. La ideología Inca asociaba sus caminos con la división conceptual del espacio y la sociedad. Los caminos constituían un medio de concebir y expresar su concepto de una geografía cultural. Los Incas establecían la ubicación de sus súbditos de acuerdo con su posición en un camino dado. El sistema vial era el símbolo de la omnipresencia inca a lo largo de los Andes, y casi todos sus millones de súbditos lo habían visto alguna vez; era el vínculo con la autoridad del Estado, que manejaba la mayor parte de la necesidad vital de mano de obra a través de sus instalaciones en los caminos”.
John Hyslop
The Inka Road System, 1984
Tres siglos después, a inicios del período republicano, la Revolución Industrial modificó la comunicación, dando inició a un lento abandono de los caminos peatonales. Al articularse las nuevas tecnologías de transporte con una opción exportadora, las estrategias de comunicación se trasladaron hacia los puertos de la costa. Esta opción desplazó a la milenaria red que unió y potenció el Imperio de los Incas o Tawantinsuyu en el siglo XV.
La red tenía como eje la cordillera de los Andes. La solución peatonal respondía al medio y la tecnología de la época; el camino debía facilitar el tránsito de personas, séquitos y caravanas, muchas veces acompañados por recuas de llamas. La cordillera era recorrida longitudinalmente, salvando las pendientes con escalinatas, las quebradas con puentes, y habilitando pasos o túneles donde fuera necesario. El Qhapaq Ñan era el camino principal, del que se desprendía una serie de caminos laterales que vinculaban el eje longitudinal con los pueblos asentados en las cimas, laderas y quebradas de la cordillera. Desde todos los puntos era posible llegar a una red que era radial o lineal según los territorios.
El sistema tenía trazos bien delimitados y señalizados. A la vera de los caminos había estaciones o tambos, donde los caminantes podían alimentarse y reponer energías, además de almacenes o qollqas, con excedentes para demandas no previstas. Los tramos enlosados, muchos de ellos protegidos por murallas, así como la anchura fijada con bordes claramente visibles, convierte la vía en un increíble espectáculo de armonía y seguridad. De los más de 7000 Km. de largo que tiene la cordillera de los Andes, unos 5000 fueron cubiertos por el Qhapaq Ñan. En ellos se registra la más notable variedad de paisajes del planeta, desde la gelidez de los nevados, hasta las quebradas con bosques húmedos o secos, pasando por sabanas, valles templados y arenales de todos los colores, que el trajinante puede ver en una sola jornada.
Desde luego, la red no fue creada de la noche a la mañana. Entre 1000 y 500 años antes del Tawantinsuuo, –durante la época Wari- se había instalado una red que nacía en Ayacucho y se dirigía por el sur hasta cerca del lago Titicaca y, por el norte, hasta las proximidades de Chachapoyas y Piura. El Tawantinsuyu rebasó estos límites: por el norte llevó el Qhapaq Ñan hasta los Pastos, en la región sureña de Colombia; y por el sur hasta cerca de la actual ciudad de Concepción, en Chile, y a la tierra de los Huarpes en la Argentina.
El Qhapaq Ñan conectaba a millones de habitantes de diversas culturas. El camino partía del Cusco en cuatro direcciones: al norte –Chinchaysuyu– ocupado por quechuas y yungas; al sur –Qollasuyu–ocupado por quechuas y arus; al oeste –Contisuyu– ocupado por pukinas y aymaras y, al este –Antisuyu– ocupado por los chunchos. Tierras fértiles del norte, áridas del sur, desérticas del oeste, selváticas del este. La red suma, en total, unos 40 000 Km., de los cuales más de 23.000 han sido registrados por los arqueólogos. En términos de patrimonio es el mayor monumento que se conoce en el Continente. Para las miles de comunidades que viven a su vera, el Qhapaq Ñan es una ruta colapsada pero saturada de promesas de retorno.
*Arqueólogo, Director Nacional del Instituto Nacional de Cultura
3.- Citas sobre el Qhapaq Ñan
“... Una de las cosas de que yo más me admire contemplando y notando las cosas deste reyno fue pensar cómo y de qué manera se pudieron hazer caminos tan grandes y sobervios como por él vemos y qué fuerças de hombres bastaron a lo poder hazer y con qué herramientas y estrumento pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas para hazerlos tan anchos y buenos como están; porque me parece que si el Emperador quisiese mandar hacer otro camino real como el que va del Quito al Cuzco sale del Cuzco para yr a Chile, ciertamente creo con todo su poder para ello no fuese poderoso ni fuerças de hombres lo pudieran hazer, si no fuese con la horden tan grande que para ello los Yngas mandaron que oviese, porque si fuera camino de çinquenta leguas o de çiento o de dozientas es de creer que aunque la tierra fuera más áspera no se tuviera en mucho con buena diligençia hazerlo; mas éstos eran tan largos que avía alguno que tenía más de mill y çien leguas, todo echado por sierras tan agras y espantosas que por algunas pates mirando abaxo se quita la vista y algunas destas sierras derechas y llenas de pedreras, tanto que era menester cabar por las laderas en peña viva para hazer el camino ancho y llano: todo lo cual hazían con fuego y con sus picos. Por otros lugares avía suvidas tan altas y ásperas que hazían desde lo baxo escalones / para poder subir por ellos a lo más alto, haziendo entre medias dellos algunos descanços anchos para el reposo de la jente. En otros lugares avía montones de nieve que era más de temer y esto no en un lugar sino en muchas partes, y no así como quera, sino que no va ponderado ni encareçido como ello es ni como lo vemos; y por estas nieves y por donde avía montañas de árboles y çespedes lo hazían llano y enpedrado, si menester fuese….”
Pedro de Cieza de León
Crónica del Perú, Segunda Parte. 1553.
“Una combinación de factores ambientales, económicos y simbólicos convirtió la construcción de caminos en los Andes, incluso mucho antes del surgimiento de los Incas, en una actividad importante. La necesidad de conectar zonas densamente pobladas, separadas por regiones desoladas, fue apenas uno de los factores que motivó su construcción. Otro lo constituyó la necesidad de unir zonas ecológicamente distintas, a través de relaciones económicas complementarias. La ideología Inca asociaba sus caminos con la división conceptual del espacio y la sociedad. Los caminos constituían un medio de concebir y expresar su concepto de una geografía cultural. Los Incas establecían la ubicación de sus súbditos de acuerdo con su posición en un camino dado. El sistema vial era el símbolo de la omnipresencia inca a lo largo de los Andes, y casi todos sus millones de súbditos lo habían visto alguna vez; era el vínculo con la autoridad del Estado, que manejaba la mayor parte de la necesidad vital de mano de obra a través de sus instalaciones en los caminos”.
John Hyslop
The Inka Road System, 1984
Articulo tomado de: http://www.cab.int.co/
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